lunes, 7 de enero de 2013
El misterio de Epidauro
Cada vez me acojono más al ver lo poco que hemos descubierto los hombres modernos. Nos creemos que hemos inventado la civilización y no nos damos cuenta de que la mayor parte de los descubrimientos que creemos hijos de la revolución industrial tienen siglos de antigüedad. Y no eran necesarios trillones de euros en I+D+i para conseguirlos, sino personas que, realmente, observaban lo que ocurría a su alrededor y buscaban soluciones a las verdaderas necesidades del ser humano.
El primer ejemplo que he encontrado es un artículo sobre el teatro de Epidauro, en Grecia. Resulta que los griegos consiguieron utilizar los asientos como caja de resonancia para controlar las frecuencias que llegaban a los asistentes a los espectáculos que allí se efectuaban.
Pero no es el único descubrimiento sorprendente. Herón de Alejandría descubrió la máquina de vapor en el siglo I dC, 1100 años antes de que se utilizase esta fuerza en el órgano de la catedral de Reims y 1500 años antes de que Blasco de Garay intentase impulsar un barco con esta fuerza (sí, avanzamos en esta ciencia antes que ingleses, franceses e italianos, que parece que siempre hemos ido científicamente por detrás de ellos en todo).
Aristóteles y Eratóstenes dedujeron la esfericidad de la tierra, y antes los caldeos ya consideraban la tierra un globo mítico. Los prehistóricos inventaron modelos aún no superados de armas y utensilios. Crearon con sus manos, su experiencia y sabiduría modelos de flecha que han variado su soporte, pero no su diseño. También utensilios de corte más afilados que escalpelos de precisión actuales. Hicieron una selección natural de animales y plantas, adaptándolas a sus necesidades. Drenaron y desecaron lagos, inventaron esquíes con tronco de árbol, crearon biberones cerámicos, y así hay un montón de ejemplos.
Si la civilización contemporánea se tomase el tiempo suficiente para observar el mundo como lo hacían los antiguos, podrían comprender sin las injerencias que sufren todos los seres humanos cuáles son los verdaderos problemas y las verdaderas necesidades que tiene la sociedad. Por desgracia, las organizaciones globales y locales no están interesadas en que tengamos tiempo para pensar. Trabajar, producir, crear, innovar… Siempre amenazados por la falta de tiempo. Siempre favoreciendo lo superficial sobre lo profundo. Oía el otro día en la radio que el ocio en Grecia suponía buscar los conocimientos que llevasen a un hombre a ser un individuo más completo. Ahí es donde habita la felicidad ¿Alguien se apunta a recuperar esta filosofía?
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