lunes, 7 de enero de 2013
La ciudad de las torres
Pongamos que describimos una ciudad. Creció junto a un río que no nace sino que absorbe otros dos. Una ciudad con cuatro antiguas torres. De ‘forasteros’ y amantes. Cuyo nombre pudo venir de juntar un toro y una estrella de ocho puntas, o de su condición fronteriza. Donde cristianos y moros se batieron el cobre por controlar el Levante peninsular.
Hablo de Teruel. La visité hace un par de semanas porque no la conocía, y la recomiendo vivamente. Las infraestructuras y servicios turísticos son de lo mejorcito que he visto en España y bastante baratas. Las torres mudéjares están muy bien cuidadas y reflejan aspectos distintos de la cultura que ha habido en la zona: el mudéjar, la Semana Santa (en proyecto), etcétera. La fundación amantes de Teruel incluye explicaciones audiovisuales y con guías sobre la leyenda, a la vez que narran la reforma de la Iglesia de San Pedro. La catedral tiene una techumbre mudéjar que se te cae la mandíbula (está considerada la capilla sixtina de este arte, y se nota). El museo provincial es muy completo porque tiene etnología e historia de la zona bien cuidada. Hasta el museo de arte sacro merece la pena verlo (aunque, en este caso, para ver los mayores horrores artísticos en el tema sacro que he visto en mi vida). Se come muy bien (recomiendo el jamón y el vino) y hay cosas que ver en los alrededores. Luego están el torico, los edificios y la escalera modernista.
La pena es que los accesos son francamente malos y que se trata de relanzar la ciudad con Dinópolis, un museo muy caro, que parece ensombrecer elementos muy buenos de la ciudad. El Gobierno podría invertir un poco más en fomentar la imagen de la ciudad. A lo mejor con estrategias como en Cuenca, que se ha facilitado que un japonés haga un cómic ambientado en la ciudad y ha conseguido que los japoneses vayan en legión a verla. Por lo menos, los visitantes podrían contemplar otra España muy interesante que todavía tiene que nutrirse del boca a boca, y no con ayuda regional y estatal.
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